Cada vez que, en la antesala del quirófano, un paciente me dice que tiene mucho miedo a la operación recuerdo la frase que le solía oír a una monjita cuando yo era residente «El que dice que no tiene miedo a la cirugía no es que sea valiente, es que miente».
Al paciente se le vienen a la mente muchas preguntas, pero las más persistentes son: ¿me quedaré ciego?, ¿el cirujano me lo hará bien? y ¿conseguiré colaborar o me pondré muy nervioso?.
En la actualidad la cirugía oftalmológica es muy segura y muy rara vez surgen complicaciones que conduzcan a la ceguera, los oftalmólogos están muy preparados porque están superespecializados y los pacientes consiguen tranquilizarse con las palabras del equipo quirúrgico (que les informan, les motivan y les calman) o con la sedación que le administra el anestesista.
Por tanto el paciente que viene a operarse de los ojos no tiene que venir entregado, sino dispuesto a darlo todo. Este cambio de mentalidad reduce el sufrimiento del paciente y contribuye al éxito de la intervención.